Desde su origen, los superhéroes han formado parte importante de la literatura cotidiana de millones de personas, niños, no tan niños, y adultos. Su magia y éxito pueden ser debidos al hecho de que ellos viven situaciones en las que todos nos hemos imaginado en alguna ocasión, y que poseen poderes y habilidades que cualquiera de nosotros desearía. O quizá sencillamente leer las aventuras de estos fantásticos personajes nos permite evadirnos un poco de nuestra habitual rutina e involucrarnos en sus cruzadas por la verdad y la justicia olvidando que nuestro mundo real es igual de cruel, pero no hay ningún superhombre que lo proteja.
Con el paso de los años, el auge de estos personajes ha sido directamente proporcional a su evolución, y a medida que se han ido tecnificando y sofisticando, así como complicando tanto física como emocionalmente sus aptitudes e inquietudes, han aparecido superhéroes para todos los públicos: más humanos, más inalcanzables, más o menos poderosos, con procedencias absolutamente diferentes y motivaciones que parten de la más absoluta nobleza o de la pura y fría venganza. Cada persona o grupo de ellas puede sentirse identificada con un superhéroe, o con varios, qué demonios, pero siempre es uno el que más capta su atención y el que más hondo le cala, bien por unas razones o por otras.
En 1938, exactamente en junio, veía la luz por vez primera la creación que con los años se convertiría en el mayor superhéroe de todos los tiempos y casi en el padre del resto. No se trataba de una historia excepcional, más bien era simple y argumentada en los preceptos de una ciencia que aun era pobre, y evidentemente destinado a un publico abierto que no buscase más allá del entretenimiento en esas páginas. Se trataba de un niño de otro planeta, Krypton, enviado a la Tierra por su padre científico en los momentos finales de su mundo nativo. Aquí sería recogido por un motorista que lo llevaría a un orfanato donde pronto comenzaría a mostrar increíbles habilidades más allá de lo humano. En su madurez se convertiría en un periodista timorato y torpe, pero únicamente para esconder su poder: más que una locomotora más rápido que una bala...